FIESTAS de SAN JUAN 2005. Cartel anunciador

FIESTAS DE SAN JUAN
  2005 
Fiestas de Interés Turístico
(documentadas desde el s. XIII)
el libro del ayuntamiento:
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La NOCHE de SAN JUAN

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Coria (Cáceres, España), del 23 al 29 de junio de 2005

 

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 La NOCHE de SAN JUAN

 

 

 
LA NOCHE DE SAN JUAN
 
Patrimonio Turístico-Cultural de la Ciudad de Coria
 
 
Por José Manuel Bueno Calle
Técnico del Plan de Dinamización Turística de Coria
 
Cualquier noche es buena para venir a Coria; y es que, cada vez que el nocturno se adueña de la Ciudad, proyectando sus sombras sobre plazas, plazuelas, calles, callejuelas y evocadores rincones del Casco Histórico-Artístico, parece como si el alma cauriense, configurada por las vivencias, recuerdos, historias y tradiciones, se liberase y mostrase todo su esplendor ante los ojos de propios y extraños, de vecinos y turistas.
Pero si cualquier noche es atractiva para llegar ante las centenarias Puertas de la legendaria Caurium hispanorromana, la Noche de San Juan, el hito festivo de mayor relevancia de todo el ciclo anual cauriense, se convierte, sin duda, en un momento mágico e inigualable sin parangón alguno con las demás noches del año.
 
Fiesta solsticial pagana de culto al Sol
Es la fiesta del culto ígneo que, en la noche solsticial cauriense, se vive desde tiempos remotos con intensidad festiva dentro de la localidad.  Una celebración, tan antigua como la propia humanidad, que hunde sus raíces en las tradiciones paganas vettonas, primigenios fundadores de la Ciudad, heredando una serie de rituales, prácticas y costumbres que fueron transmitidas, posteriormente, por las culturas cristianas.
Una simbolización del poder del sol.  Una renovación de su energía que es adquirida bailando y saltando alrededor del fuego, como vínculo de purificación y protección contra las fuerzas malignas, al objeto de asegurar un nuevo renacimiento espiritual y corporal en el día más largo del año dentro del hemisferio Norte.
Mas, la noche del 23 al 24 de junio, también es la noche más corta del calendario lunar; es el triunfo de la luz sobre la oscuridad.  Posiblemente, una de las celebraciones más festejadas en Europa, cargada de poder y de magia, donde hadas, duendes y deidades de la propia naturaleza, andan sueltas por campos y villas.  Un momento propicio, justo para pedir por la fecundidad de la tierra y de los propios hombres.
 
Una noche de símbolos y leyendas
Es noche de leyendas, aquellas que cuentan que el rocío cura ciento y una enfermedades haciendo más jóvenes y hermosos a quienes embadurnan su cuerpo con el agua de la vida; es la noche en la que florece el helecho con el toque de las doce campanadas; es el momento ideal para estremecernos contando toda clase de anécdotas y chascarrillos sanjuaneros; es la noche en la que San Juan Bautista bendice los campos, y la gente, muy temprano, bebe y se lava la cara y el cabello con las aguas bendecidas.
Actualmente, es una noche de simbolismos compartidos por muchos pueblos distantes, de uno y otro lado del Atlántico y, a uno y otro lado de los trópicos de Capricornio y Cáncer, especialmente de aquellos asentados en el Mar Mediterráneo, cuyos rituales les fueron legados de los antiguos festivales primordiales solares de las culturas célticas e ibéricas y de las civilizaciones grecorromana, precolombinas e indoeuropeas.
 
Rituales célticos en la Noche Cauriense de San Juan
Costumbres, muchas de ellas, cuyas claves perduran hoy en día en el entramado festivo que encierra la tradicional Noche de San Juan en Coria: celebración que esconde la magia sobrenatural de sus primitivos orígenes, practicando todo tipo de rituales vinculados con la purificación, la fecundidad, la bonanza y el alejamiento de las enfermedades a través de la quema del capazo y el sacrificio del toro.
Un original espectáculo, arraigadamente nuestro, que permite dar a conocer nuestra hospitalidad, explicar nuestras reacciones y maneras de entender la lidia de los toros, hasta convertirse en las señas de identidad de un pueblo que nació en la historia hace milenios y que suspira y se desvive, año tras año, por sus taurinas fiestas.
 
La Cristianización de la Fiesta
Así, con la caída del crepúsculo sobre los vetustos caserones que delimitan el casco antiguo tras las viejas murallas, después que abanderados y “asombreraos” hayan impuesto al santo patrono las distintivas insignias de las pioneras peñas sanjuaneras, la fiesta retoma su aspecto religioso.  Homenaje que el pueblo de Coria tributa a San Juan Bautista, por medio de una solemne misa y posterior procesión convertida en comitiva colorista, configurando una evocadora estampa ligada al fervoroso culto de épocas arcaicas en un esfuerzo por cristianizar las numerosas fuerzas desatadas, en tan mítica velada, de profunda funcionalidad religioso-cultural dentro de las culturas paganas.
Un personaje, símbolo de la cristiandad y, un astro, símbolo del universo, que presiden esta celebración ritualizada nocturna, donde: la figura de “El Bautista” es la encargada de dotar de sacralidad a la fiesta y de purificar el mal a través del agua; mientras que el Sol, según la tradición antigua, purifica y protege de las influencias sobrenaturales; constituyéndose, ambos, en una simbiosis de fuerzas de celebración básica sanjuanera, cuya finalidad estriba en la lucha contra los distintos males que acechan y perjudican a los hombres, a sus actividades y a sus bienes materiales a lo largo del año.
 
El rito del fuego en la Quema del Capazo
Es el momento en el que la Ciudad se viste de fiesta.  El blanco y el rojo, se adueñan de calles y plazuelas calentando el ambiente de la noche veraniega.  Los últimos atisbos de luz con ecos mortecinos, se derraman sobre la mojada arena de la Plaza de Toros donde, la concurrencia, animosa, salta y baila en torno de una espléndida hoguera plena de poético y ritual significado que, en Coria, se conoce como la tradicional “Quema del Capazo”.
Ceremonia, que entierra sus raíces en la celebración celta del Beltaine, “fuego de Bel” o “bello fuego”, en honor del dios Belenos.  Ritual en el que los druidas, curanderos y adivinos pertenecientes a la clase sacerdotal que revestidos con túnicas blancas, encendían las hogueras haciendo pasar al ganado entre sus llameantes brasas al objeto de purificarlo y defenderlo contra las enfermedades.
Una conmemoración pagana que, con el tiempo, tras el Concilio de Constantinopla del año 680, sufriría el generalizado proceso de cristianización, haciéndola coincidir con el 24 de junio: nacimiento de San Juan Bautista; cuyo padre, el bueno de Zacarías, anunciaría la buena nueva del nacimiento de su hijo por medio del encendido de hogueras saltando sobre ellas.  Un ritualizado proceso, que hoy en día sigue rememorando a sus ancestros, en la figura del Abanderado de las Fiestas que, ataviado de blanco con pañuelo y fajín rojos, recupera la tradición encendiendo la pira por donde luego deberán saltar, por tres veces, aquellas personas que busquen, en sus rogativas a los dioses célticos, un año más fructífero en todos sus aspectos.
 
El rito del agua y la fecundidad
Pero la noche cae sobre los plomizos tejados de la longeva ciudad histórica; y, con las primeras sombras, algunos enamoradizos jóvenes comienzan un lento peregrinar hacia las verdes alamedas que la vega del río Alagón les presta.  Y allí, seguramente hechizados por Selene, la luna, acompañados por el susurro de las hojas de los chopos, los anacarados cuerpos, abrazados en ardiente deseo, se “hacen nadie” entre las mismas aguas o sobre la mojada hierba.  Y es que como dijo el juglar por estas tierras: -“¡Quien en San Juan sanjuanea,... en marzo, mecea”.
 
El sacrificio del Tótem.  La pugna atávica entre el toro y el hombre
Sin tiempo para más, el reloj de la villa marca las tres y media de la madrugada; es la hora por antonomasia; el momento en el que la Ciudad entera, volcada hacia la calle, entona una especie de sinfonía lírica de vibración colectiva; es la hora en la que el sacrificio del tótem, debe servir para atender mejor las anteriores plegarias.
Ahora, el riesgo de la tradición ancestral acecha; fuego y sabia nueva que siguen palpitando con fuerza, en los templados corazones de los arriesgados caurienses que, con pasión y ardor, se exponen, expectantes, a vivir el primer encierro de las fiestas.
A partir de aquí, con el toro convertido en principal protagonista de las fiestas, la celebración se vivirá en las calles continuando hasta el amanecer; quizás, con el fin de ver bailar al sol o, simplemente, para dar cumplida cuenta de otros ritos relacionados con la fecundidad tan propios de esta noche.  Una oscuridad, propicia, para escuchar el silencioso latido del toro que, desafiante, preparará su violento ataque contra los atrevidos corredores, en un juego equilibrado de pugna atávica.  Morlacos que, majestuosamente, corretearán por entre las angulosas calles del Casco Histórico de la Ciudad en tan seductora noche que, en Coria, no conoce edades, ni sexo, ni razas; pues, tan solo sabe que, como cada 24 de junio, tiene una cita ancestral e ineludible con el Pueblo de Coria.  El sueño de una noche de verano, hecho realidad.
Y, para aquellos lectores que hasta el final de este artículo hayáis llegado, desearos: una feliz entrada en el solsticio de verano; y, que la Luna de San Juan, os colme de alegría, de salud y de riquezas, en esa noche mágica de mitos, amores, tradición y leyendas.
 
FELICES FIESTAS DE SAN JUAN